Take Out
Un par de ideas que tal vez no había desarrollado nítidamente jamás sino hasta la reunión. [Entre corchetes, afirmaciones y preguntas que ya me vengo haciendo, y que se vinculan con estas ideas ]
Un par de ideas que tal vez no había desarrollado nítidamente jamás sino hasta la reunión. [Entre corchetes, afirmaciones y preguntas que ya me vengo haciendo, y que se vinculan con estas ideas ]
"El impulso de la crítica tiene que ver con las intenciones de cada uno. Las mías son en parte políticas. Lo mínimo que espero del arte es que se responsabilice de las afirmaciones de carácter mítico, una condición muy extendida en la cultura. Cuando estoy frente a un tipo de arte que reafirma esas experiencias míticas, aunque lo haga de un modo irónico o inconsciente, mi opción -en ningún modo mi misión- se decanta por expresar -no como autoridad, sino como individuo- que ése no es el tipo de cultura en la que quiero vivir." B. Buchloh, 2006
[i] En mi opinión cabe apuntar una enorme pregunta que no desarrollamos mucho, pero que pudimos intuir gracias al debate que abrió Victor: ¿Cómo se emite un juicio de valor artístico hoy –Después de la era del arte, en ésta, su poshistoria en la que todo vale-?
Pienso que Victor tal vez ilustró –tangencialmente- con su comentario acerca de aquella caja de zapatos de Orozco una posible respuesta provisional, bastante generalizada en el ámbito de la cultura: O bien identificamos el valor artístico en su éxito social,[1] en el ritual simbólico en el que se cocina el arte, o bien –ante la imposibilidad de consenso- cada uno decide subjetivamente lo que le parece que es y no es artístico[2] (que sería igual que decir que nada y que todo es arte).
[El arte contemporáneo (y acaso todo el arte) efectivamente está signado por su carácter doble: Ser arte autónomo y a la vez fait social. Las obras de arte se niegan al mercado por ser autónomas, inútil su forma, pero a la vez, participan del mercado, que utiliza su inutilidad a los fines de la acumulación de capital o la centralización del poder. Pero… ¿No les parece a veces, que estamos asistiendo a la liquidación de la autonomía, cuando el arte se inserta chocho entre los demás bienes de consumo? ¿Cuándo olvida su lugar histórico, cuando amnésicamente neutraliza el conocimiento de sí que le proveyó su reciente pasado autocrítico, para entonces volverse meramente un mecanismo de apropiación del poder de otros, dependiente de algunos usos y costumbres sociales?]
[ii] Me parece de interés señalar aquél momento del encuentro en que se puso en discusión la institucionalización del pluralismo en el arte contemporáneo. La aceptación alegre del todo vale igual,[3] quizá oculte la instauración de una suerte de indiferencia que vuelve al arte un lugar estanco (estamos obligados a aceptarlo todo, como nos contó Franco que le dijo Foster) cada vez más supeditado a la esfera del consumo y el entretenimiento de masas [Idéntica a aquella igualación de todo maniobrada por la industria que criticaron Adorno y Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración]. Además este estado de indiferencia colaboraría al emborronamiento o desaparición de una conciencia crítica desarrollada, avanzada en el conocimiento de la propia circunstancia (porque en medio del todo vale ya no sería necesario), que beneficiaría la proliferación de falsas conciencias típicas de los mecanismos de manipulación de la industria, maniobras de economía política del signo (Baudrillard).
[¿No cabe pensar que es –hoy, luego del conocimiento del carácter convencional del arte desde las vanguardias heroicas, y de las relecturas críticas neovanguardistas, enfocadas en la institución arte-[4] la teoría crítica del arte quizá una de las actividades más propiamente artísticas, o al menos el arte avanzado[5] más ambicioso de nuestra época? Quizá aquí podamos hacer algo: ¿No podría la autoconciencia histórica del arte y el avance en el desmontaje de sus ideologías ser horizontes reguladores de la valoración artística contemporánea? ¿Acaso no es hoy tal vez lo más evolucionado del arte el progresivo conocimiento de sí mismo, el análisis de las creencias y mecanismos que conforman y motorizan la actual institución del arte?][6]
Juan Gugger, Buenos Aires, 18 de julio de 2011.
[1] Es decir que el arte ocuparía meramente un lugar determinado por el mercado, la moda, el turismo cultural, la mercadotecnia de la distracción y el ocio planificado del mundo administrado.
[2] Haciendo (o no) uso de algunas horizontes reguladores escogidos más o menos conscientemente, como por ejemplos: Virtuosismo técnico, fealdad planificada, inteligencia del texto, calidad de los materiales, grado de novedad, silencio sobreactuado, capacidad para manipular la experiencia perceptiva, espectacularidad, entre muchísimas otras posibles.
[3] También hemos imaginado que si bien todo parece valer, sociológicamente no todo es igual. Todo vale en el sentido de que el horizonte que regula su valor en tanto que arte parece no estar depositado estrictamente en los artefactos o dispositivos artísticos, en la arquitectura de las obras, ni en ningún tipo de inteligencia del texto. Cualquier cosa podría llegar a ser una obra de arte, pero no todo lo es.
[4] Con institución no me refiero meramente a los institutos u organismos promotores, sino a las dimensiones que propician el status del arte como tal, a saber: los aparatos de producción (a), de distribución (b), y sobre todo, las ideas y creencias que moldean la experiencia con las obras, y permiten su supervivencia poshistórica (c).
[5] Ajustándonos medianamente a los conceptos de arte avanzado o auténtico según Adorno, Bürguer, Foster.
[6] Si imaginamos que esta idea es sensata ¿No podríamos pensar este mismo seminario como una voluntad avanzada de arte?
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